Nacida en el año 1098, Hildegard von Bingen llevó una vida monástica en Alemania, desempeñándose, entre otros cargos, como abadesa. Considerada como una de las figuras más ilustres de su era, su trabajo la orilló hacia los placeres de la escritura y composición musical. Para ella, el canto es una manifestación del espíritu divino en los humanos y con ello, fue capaz de crear un panorama monofónico con amplios rangos melismáticos en 78 impecables obras musicales y muchas más formas litúrgicas. Su legado nos transporta a un sereno pasado eclesiástico que solo ella pudo imaginar.