El director musical de la Sinfónica de San Francisco es un hombre excesivo por naturaleza, tanto en lo que se refiere a su fogoso carácter como en lo que atañe a su manejo de la batuta. Su indiscutible madera de líder y su frescura de ideas lo han convertido en uno de los grandes impulsores de la música norteamericana de las últimas décadas, llegando incluso a ser considerado por muchos como el heredero directo de Leonard Bernstein. Abierto de mente y de miras, encabeza también la exploración de nuevos repertorios y tecnologías aplicadas a la música clásica, aportando constantemente innovadores puntos de vista que, sin embargo, no están reñidos con la inclusión en su extensa discografía de piezas ya míticas y sobradamente conocidas por el gran público.