En apenas cuatro años, ROSALÍA (1992) ha redefinido los límites del género urbano y su lenguaje expresivo no solo en una, sino en dos ocasiones. Lo que hace su historia todavía más improbable es que su debut, Los Ángeles, es una reflexión sobre la muerte arraigada en raíces flamencas y en la que solo la guitarra de Raül Refree acompaña su voz. Sin embargo, siente tanta afinidad por el R&B, el hip-hop y los ritmos latinos como por el cante jondo. Todas sus influencias confluyen en su segundo álbum, EL MAL QUERER (2018). Con El Guincho como productor, ROSALÍA funde aquí flamenco, electrónica y atmósferas urbanas en una colección de canciones que forman la crónica de una relación destructiva y la triunfante liberación que espera al otro lado. El cambio de década fue una época de colaboraciones para ella, que encontró socios creativos ideales en artistas tan diversos como Bad Bunny, Billie Eilish y Oneohtrix Point Never. Convertida en un icono más allá de los confines de la escena urbana y ante la disyuntiva de ofrecer más de lo mismo o abrir un nuevo capítulo, apostó firmemente por lo segundo. MOTOMAMI no dejó a nadie indiferente cuando vio la luz en 2022. En un género que a menudo peca de conservador, ROSALÍA había dado forma a una obra de vanguardia, un caleidoscopio musical con vistas al funk ruidoso en el tema que le da título, un dueto con The Weeknd en la evocadora “LA FAMA”, pasajes experimentales tan arrebatadores como “HENTAI” y el reggaetón deconstruido de “SAOKO”.