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
Sé que mi mundo ha envejecido”, dice Robert Smith en “And Nothing Is Forever”, una de las muchas canciones destacadas del Songs of a Lost World, el decimocuarto álbum de estudio de The Cure y el primero en 16 años. Este disco navega casi exclusivamente entre la muerte, el acto de morir y el implacable paso del tiempo. Las canciones avanzan con lentitud, y muchas transcurren minutos antes de que Smith siquiera abra la boca. No hay hits pop, ni ganchos, y —seamos honestos— tampoco diversión. Pero también es uno de los trabajos más absorbentes de la banda, una declaración que, como la mayoría de las grandes canciones de The Cure, no se puede tomar a la ligera. El tema que abre el álbum, “Alone”, que también fue el primer sencillo, tiene un ritmo glacial, es majestuoso y lleno de melancolía, con cuerdas que se elevan y letras apocalípticas sobre pájaros cayendo del cielo. Pero, sobre todo, habla de morir solo, de los pedazos rotos de una vida llena de arrepentimientos y de la conclusión inevitable que es nuestro destino compartido: “Este es el final de cada canción que cantamos”. En “A Fragile Thing”, un piano tintineante da paso a una línea de bajo contundente mientras Smith canta sobre el desamor, la distancia y un destino ya sellado. Es quizá lo más cercano que el álbum llega al clásico sonido de The Cure de los 80, pero ahora las letras sombrías y características de Smith, a sus 65 años, vienen cargadas con el peso de la experiencia y la inevitabilidad cruel del paso del tiempo. “Warsong” aprieta las tuercas con una meditación turbulenta y monótona sobre batallas domésticas y amargos arrepentimientos; con poco más de cuatro minutos, también es la canción más corta del álbum. “Drone:Nodrone” es, musicalmente hablando, la más pegajosa y optimista del lote. Aunque, claro, las letras de Smith no son precisamente un paseo en el parque. No son una espiral completamente desesperada, pero sí reconocen una relación tumultuosa: “Las respuestas que tengo no son las respuestas que quieres” y “No puedo más / Si es que alguna vez realmente pude”. El tema también incluye solos de guitarra desgarradores de Reeves Gabrels, excolaborador de Tin Machine y David Bowie, quien se unió a The Cure en 2012 pero hace aquí su primera aparición en un disco de estudio con la banda. “I Can Never Say Goodbye” lamenta la muerte del hermano de Smith, Richard, con el estribillo “Something wicked this way comes”, una frase de Shakespeare popularizada por el título de la influyente novela de Ray Bradbury de 1962. (The Cure estrenó la canción en vivo en 2022 en Polonia, donde aparentemente vivió Richard Smith durante muchos años). Como gran parte de Lost World, es una canción desgarradora. Con toda esta carga de pérdida y mortalidad, Songs of a Lost World evoca el Blackstar de Bowie, su álbum de despedida en 2016. Terminar un disco sobre la muerte con una pista extensa y hermosa llamada “Endsong” no es necesariamente ominoso, pero, ¿quién sabe? Por lo que vale, Smith ya promete una continuación de Songs of a Lost World. Con suerte, esta vez no les tomará 16 años.