La Sinfonía n.º 1 de Rachmaninoff ha sido injustamente ignorada desde su desastroso estreno de 1897, tras lo cual el compositor, que entonces apenas contaba 24 años, retiró la obra. Sin embargo, las grabaciones recientes, entre ellas, esta soberbia versión en directo, han demostrado que se trata de una de sus primeras obras maestras. El director y pianista canadiense Yannick Nézet-Séguin y la Orquesta de Filadelfia se mueven como pez en el agua por la partitura. El vívido primer movimiento es un viaje repleto de giros dramáticos, mientras que el scherzo del segundo movimiento suena nervioso y obsesivo, con un final maravilloso. El álbum también incluye una grabación de la última obra importante del maestro, las Danzas sinfónicas. Armónicamente ricas y orquestalmente suntuosas, son piezas que transmiten un incontenible anhelo. Nézet-Séguin las aborda con gran atención al detalle, desde el deslumbrante torbellino a ritmo de vals de la segunda y la dinámica musculatura de la tercera hasta el fatídico y emocionante final de “Dies Irae”.