Mozart: Sonatas for Piano & Violin

Mozart: Sonatas for Piano & Violin

Renaud Capuçon vive embarcado en la misión de promover las sonatas para piano y violín de Mozart. Con Kit Armstrong al piano, su grabación de las 16 obras que el compositor escribió en su madurez proyecta la belleza exquisita y la brillante imaginación que los violinistas a menudo ignoran en favor de piezas que conceden mayor protagonismo al instrumento. Capuçon y Armstrong tocaron el ciclo por primera vez en el Festival de Salzburgo de 2016, cuando formaron una sociedad basada en un entendimiento casi telepático. Su Mozart gira alrededor de un diálogo de infinita sutileza. Mientras el violín de Capuçon explora contrastes tonales y énfasis dramáticos, Armstrong ilumina con elocuencia la compleja personalidad de cada sonata. “Es música increíble”, explica Renaud Capuçon. “Cada sonata es una obra maestra”. Sin embargo, admite que apenas conocía algunas de ellas antes de tocar la serie completa en la ciudad natal de Mozart. “Fue entonces cuando conocí a Kit. Y desde nuestra primera lectura de las partituras, fue todo increíble”, recuerda. “Me abrió una ventana a un mundo desconocido, y por eso las pude interpretar con total naturalidad. Cuando Kit toca música de Mozart, cuenta una historia, y nunca es la misma. Escuchándolo, hay veces que hasta me olvido de tocar yo. Es maravilloso. Desde nuestra primera nota en Salzburgo, supe que algún día íbamos a grabarlas juntos”. La libertad y soltura interpretativa de Armstrong animaron a Capuçon a seguir su ejemplo. A la hora de grabar las sonatas, el violinista estaba decidido a no sacrificar la espontaneidad en aras de la perfección y explicó al productor de Deutsche Grammophon que, a menos que hubiera errores fatales, solo tocarían cada movimiento dos veces. “¡Terminamos en cuatro días! Normalmente, hubiéramos tardado 12, quizás más, pero queríamos capturar esa libertad y grabar solo un par de tomas siempre que fuera posible”. Elegir los momentos más memorables de casi cinco horas de música interpretada con convicción absoluta y fina perspicacia no es tarea sencilla, pero el virtuosismo a cuatro manos de la Sonata en si bemol mayor K. 454 ofrece un punto de partida ideal antes de adentrarse en las profundidades de la deliciosa K. 306. “Mi mayor descubrimiento, la gran sorpresa de mi vida, fue la Sonata en mi bemol mayor K. 481, que apenas conocía”, confiesa Capuçon. “La primera vez que la leí con Kit, el movimiento lento casi me hizo llorar. Es todo un viaje, algo increíble. Me parecía imposible no haberla escuchado antes. Y lo mismo piensan ahora mis amigos violinistas”. Con Mozart, señala Renaud Capuçon, existe el prejuicio de suponer que su música es más difícil de tocar de lo que parece. “Cuando eres un adolescente, ya te sientes paralizado antes de tocar cualquiera de sus conciertos”, explica. Por eso aconseja a sus alumnos disfrutar de la música y no darle demasiadas vueltas a su interpretación. “Al final, lo único que importa es que sea libre”.

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