Al escuchar los afinados y veloces reflejos de Le Concert de la Loge en la obertura de Don Giovanni es difícil creer que esta pieza fuera interpretada en su día con lentitud y aplomo por directores como Otto Klemperer y Karl Böhm. Sin embargo, sólo tomó unas décadas traer de vuelta la energía y frescura de Mozart. Bajo la dirección de Julien Chauvin, la Sinfonía no. 40 también se mueve con fuerza articulada por cuerdas ágiles, maderas hábiles y cornos gloriosos. Por su parte, el deslumbrante Concierto para piano no. 23, en las habilidosas manos del solista Andreas Staier, emerge totalmente transformado de un paisaje onírico protorromántico a una pieza vanguardista vibrante y estimulante.