Desde su fundación a comienzos del nuevo milenio, el poliédrico e iracundo ente sonoro constituido en torno al guitarrista Robin Staps ha hecho gala de una concienzuda experimentación sonora que lo sitúa a la vanguardia del metal progresivo más complejo y desafiante. Su mutante formación, por la que han pasado hasta cuatro decenas de músicos diferentes, vive en un estado de exploración constante que se traduce tanto en un sonido imposible de etiquetar como en unas crípticas letras entre la paleontología, las profundidades abisales y los manifiestos ateístas.