La aplastante crudeza del sonido de Nails, esa rabia sin concesiones que asalta los oídos pista tras pista, bebe de diversas fuentes, en particular el hardcore japonés, el death metal y el d-beat. El grindcore pesado que emerge de esa feliz convergencia de agresiones sónicas cuenta con un objetivo específico: la destrucción auditiva total. Pocas bandas han logrado causar tantos estragos de manera tan efectiva y singular. Nails, que empezó sus maniobras en 2009, va camino de convertirse en todo un clásico dentro de la escuela del punk más desquiciado.