Érik Satie suele ser considerado el compositor francés más innovador de finales del siglo XIX y una de las figuras más significativas de la música de vanguardia. Nacido en 1866 en Normandía, fue expulsado del prestigioso Conservatorio de París y a los 18 años comenzó a componer las breves pero centelleantes suites para piano que lo harían famoso. A pesar del ingenio de estas obras, que combinaban gestos de la música de cabaret francesa con elementos tomados de la antigua música sacra, Satie se vio eclipsado por sus contemporáneos parisinos, Claude Debussy y Maurice Ravel. Hoy en día, su pieza para piano de 1888, Gymnopédie No. 1, está siempre presente en las bandas sonoras y playlists de música chill out, creando la idea errónea de que el excéntrico con lentes favorito de Montmartre tuvo un solo éxito. Sin embargo, la producción de Satie en las décadas de 1910 y 1920 pone de manifiesto una imaginación creativa más amplia y antisistema, que lo convertiría en un héroe para las siguientes generaciones de compositores. Obras como Sócrates, su cantata mística inspirada en los filósofos griegos; Parade, su ballet futurista (en colaboración con Jean Cocteau y Pablo Picasso); y sus piezas de “furniture music”, anticiparon los movimientos musicales experimentales de John Cage e incluso el new age.