Las dos obras para violonchelo son obras maestras que admiten poca discusión. Don Quijote (Don Quixote), una serie de variaciones construidas alrededor de un cello solista, es una de las grandes sinfonías concertantes y tal vez la más ingeniosa de todas. Gaillard extrae una asombrosa paleta de colores y emociones de su instrumento en su versión de las legendarias aventuras del caballero andante, entre ellas su encuentro con los molinos y sus batallas contra ovejas (aquí representadas por fogosos metales). Como introducción y epílogo, encontramos la Sonata para violonchelo (Cello Sonata), una obra plena de pasión y optimismo, y la canción “Morgen”, fabulosamente cantada en esta versión que mantiene su acompañamiento original de violonchelo y orquesta.