James Blake recibió todos los elogios de la industria musical británica en 2010 y 2011, y fue en este último año cuando se mostró ante todos con un disco homónimo que discurre por una extraña senda sonora. Su música se mueve entre el R&B más inquietante y un marginal dance alternativo. Estas coordenadas sirven al compositor británico para trazar un sofisticado repertorio rico en melancolía y emoción. La aparente frialdad de sus minimalistas arreglos es en realidad, la clave de unas canciones que cautivan al oído sumergiéndose con él en un bello abismo.