Como un maravilloso autómata de madera antiguo, el piano vertical de Annelie resuena y chirría con el crujido de los pedales como contrapunto mecánico. Es un hipnótico acompañamiento analógico a sus hermosos himnos de piano. Cada pieza, con su sencillo y misterioso título, se transforma en la siguiente, creando un álbum que asciende y desciende, con silencios y acordes sostenidos que evocan una sensación de tiempo detenido, calma y espacio. La primera pieza, “At Night”, un meditabundo homenaje a Radiohead, marca la pauta con su ritmo de vals, mientras que el tema central, “A World”, divaga con pausas en las que parece hacer acopio de ideas. La final “Quiet” nos deja con ganas de más. La única solución es volver a escuchar esta joya desde el principio.