Harry Nilsson es una de esas figuras ambiguas en la historia del pop. Favorito de los Beatles por su capacidad para conjugar melodías y experimentación, fue uno de los artistas más inspirados y creativos de los 60 y 70, pero nunca llegó a demostrarlo en grandes conciertos ni giras. Llegó a romperse una cuerda vocal y se vio envuelto en muertes trágicas de músicos amigos, pero sus canciones lo muestran como un dotado de la composición y la orquestación. Con una voz mágica y una ambición estética siempre ascendente, combinó barroquismo y sentimiento en una música que provoca emociones.