En algún momento a finales de 2010, Sia Furler tocó fondo. Estaba agotada. Había tenido cierto éxito, pero el compromiso (giras, vida sin privacidad) parecía un precio demasiado alto. Entonces surgió una idea: ¿por qué arriesgar tanto de sí misma, cuando podría intentar escribir para otras personas? Incluso después de regresar al escenario como solista, Furler mantuvo un grado de distanciamiento usando pelucas grandes y evitando mostrar su rostro. Pero la música era real, empática, incluso heroica: himnos de vulnerabilidad y empoderamiento que hablaban de sentimientos profundos con una ligereza que flota en el aire. Las canciones pop son fantasías, parecía decir, pero también nos ayudan a salir adelante. Nacida en 1975 en Adelaida, Australia, Sia comenzó cantando en una banda local llamada Crisp antes de mudarse a Londres, uniéndose al grupo Zero 7, mientras comenzaba su trayectoria solista. A sus primeros álbumes (pop extravagante con toques de folk, electrónica y jazz) les fue bien, pero no fue hasta que empezó a escribir para diferentes artistas que su carrera despegó, con Beyoncé (“Pretty Hurts”), Britney Spears (“Perfume”), Katy Perry (“Double Rainbow”) o Rihanna (“Diamonds”). La escritura de Furler generó algunos de los clásicos más brillantes y notorios de la década de 2010, mientras que sus propios temas (“Chandelier”, “The Greatest”, “Alive”, “Unstoppable”) establecieron nuevos estándares para la interpretación pop.