Cuando el pianista austriaco Alfred Brendel se retiró de la actividad concertística en 2008, a los 77 años, era considerado uno de los mejores pianistas del mundo. Sin embargo, su camino a la fama no fue nada convencional. Aunque recibió clases de piano de niño, fue en gran medida autodidacta a partir de los 16 años y evitó el rutilante circuito de competiciones que era considerado el camino al estrellato en esa época. Con su estilo serio y sencillo, y adoptando un enfoque más pausado, Brendel fue ganando poco a poco la admiración del público. Entre 1958 y 1964, se convirtió en el primer pianista en grabar la obra completa para piano solo de Beethoven (para Vox), lo que cimentó su reputación internacional. Aunque Beethoven, Mozart y Schubert ocuparon un lugar destacado en su producción musical, también realizó aclamadas grabaciones de Schumann, Liszt y Brahms. De la misma manera, dio a conocer las hasta entonces poco apreciadas sonatas para piano de Haydn. Sus intereses iban mucho más allá del piano. Escribió sobre temas musicales, publicó poesía y fue un pintor dotado. Su curiosidad y sentido del humor se reflejaban en su forma de tocar el piano, junto con una sensibilidad que nunca caía en el sentimentalismo. El equilibrio casi perfecto que Brendel lograba entre intelecto y emoción ha sido igualado por pocos pianistas clásicos.