Con el apoyo de un sello tan prestigioso como Drag City, Edith Frost ha encontrado su propio lenguaje en la escena indie de Estados Unidos. Su voz triste y emocional se encuentra muy cómoda en un country folk de aires psicodélicos, tonos melancólicos y sentimientos atormentados que bebe de la mejor tradición musical estadounidense y la lleva a su propio terreno. Telescopic (1998), Wonder Wonder (2001) e It's a Game (2005), algunos de sus discos más aplaudidos, representan la cara más emocional e introspectiva del género.