Cuando Isabelle Faust comenzó a forjar su carrera internacional a finales de los 90, quedó claro que alguien con frescura y originalidad había llegado a la escena. Nacida en Esslingen, Alemania, en 1972, Faust comenzó a tocar el violín a los 5 años, después de que su padre la llevara a sus propias clases y se diera cuenta de que ella tenía un talento muy especial. Tocar en un cuarteto de cuerda también fue una experiencia formativa, ya que la música de cámara íntima ha sido tan importante en su trayectoria como su trabajo solista. Aunque hay violinistas que cultivan la belleza del tono por encima de todo, para ella lo más importante es el contenido intelectual y emocional de las composiciones, como puede escucharse en sus elogiadas interpretaciones de las obras de Bach para violín solo. Su sonido está lleno de variedad, yendo de una nerviosa fragilidad a una fuerza penetrante. La crítica ha señalado la habilidad de Faust para encontrar nuevos ángulos interpretativos, incluso en obras muy dominadas y conocidas como los conciertos de Beethoven y Brahms. También ha sido elogiada por sus ejecuciones y grabaciones de los conciertos de Schumann, Dvořák, Bartók y Berg, junto con las sonatas para violín de Beethoven y Schumann. Asimismo, las producciones contemporáneas forman parte de su repertorio y ha estrenado mundialmente creaciones de Messiaen, Péter Eötvös y Jörg Widmann.