Sentir Que No Sabes

Sentir Que No Sabes

“Mi personalidad es una desgracia”, le cuenta Mabe Fratti a Apple Music. “La gente me escucha cantar y piensa que soy muy solemne, pero en realidad soy poco elegante y hasta soy capaz de sacarme un moco en medio de la calle”. Además de ser sincera y divertida, la prolífica cantante y chelista nacida en Guatemala e instalada en México es capaz de crear paisajes sonoros de una belleza conmovedora. Su álbum Sentir Que No Sabes, grabado en colaboración con su pareja, el productor y guitarrista Héctor Tosta, combina atrevidos momentos de disonancia y experimentación con la pureza cristalina de temas avant-pop como “Pantalla Azul” y el sencillo “Kravitz”, que en el proceso de rendirle tributo a Lenny Kravitz genera un clima de alucinación afiebrada con instrumentos de viento y acentos de jazz posmoderno. La música de Fratti encuentra puntos en común con las innovaciones de Brian Eno o Talk Talk, así como con los legendarios discos del sello europeo ECM. “A veces surge una sensación de que estás flotando sobre algo, que estás reinterpretando el tiempo; eso es la música para mí”, explica mientras toma una copa de vino tinto desde Róterdam, donde se encuentra ensayando antes de participar en un par de festivales. “Me cuesta ponerle una imagen a mi propuesta, pero sí le puedo dar un sentimiento, y es uno bien ligero. Crecí en una casa cristiana y quizás hay algo espiritual de por medio. De hecho, el otro día estaba pensando que extraño a Dios. Extraño creer en algo con fervor”. Fratti platicó con Apple Music sobre el papel primordial de la disonancia en sus composiciones, y los riesgos de su proceso artístico. Tu música es compleja y, por momentos, experimental. ¿Cómo es tu proceso a la hora de componer? En este material hubo técnicas muy diferentes. Normalmente empiezo interpretando algo, voy buscando ideas y así se desarrolla una melodía y se van construyendo los arreglos. En “Kravitz”, por ejemplo, Héctor, que toca guitarra y teclados, me pidió que tocara algo arriba de un beat. En ese momento nos estaba gustando mucho Lenny Kravitz y nos agarró una fijación. Héctor me dijo que pensara un poquito en Peter Gabriel, en el disco Scratch My Back, y terminé haciendo un riff con una riqueza modal muy cabrona. Como en este álbum hay muchas canciones con pizzicato, quise hacer una tocando el violonchelo con arco, pero que tuviera un delay, un eco. Encontrar la melodía fue un rollo; y la letra, ni se diga. Eso fue más parte del exorcismo creativo que otra cosa. Cada canción tiene su proceso. La disonancia ocupa un papel importante en este disco. ¿Por qué? Me encanta generar esas tensiones y no tensiones. Voy a compartir aquí mi fórmula, aunque espero ir rompiéndola poco a poco en mi vida. Yo soy muy melódica con mi voz y uso el violonchelo para ensuciar esas melodías, generar tensión, estirar eso con lo que la gente pueda relacionarse o no. Juego con el límite entre lo que es digerible y lo que no. Trato de empujar y ver qué tan lejos puedo llegar en ese sentido. La voz es el corazón mismo de la mezcla en muchas de estas canciones. Es como si ocupara todo el espectro sonoro, mientras que los otros instrumentos suenan como estrellitas distantes. Se me hace muy pop esa técnica, que la voz sea tan frontal. Quiero llegar a un punto en el que mi voz suene crudísima, porque eso me hace feliz. Cuando te escuchas hablando o cantando, te pones a pensar en tus errores. Conforme vas grabando más discos, se va limpiando el sonido y hay menos reverberación. En un punto me clavé con los micrófonos, y una amiga me enseñó dos de altísima definición que terminé comprando. A mí me gusta ver la crudeza y las imperfecciones en todas partes: en el arte, las calles, las caras. Es lo que me llama la atención y este disco fue un acercamiento muy cabrón a todo eso. Héctor tiene la misma visión. Compartimos esa estética. Lanzar un disco tan ambicioso es un acto de valentía. ¿Sentías que tomabas un riesgo mientras lo grababas? Para mí es de las cosas más digeribles que he hecho hasta ahora, curiosamente. Hay mucho groove en estas canciones. Yo escucho bastante música que sale al mundo ahorita y es muy cabrona y superaventurera. Obviamente es un acto de valentía de toda la bandita que la saca, porque corren el riesgo de que no se interprete correctamente… o nunca. Música que es tan abstracta, o que requiere tanta sensibilidad, que muchas personas no van a conectar con ella. Así que, desde mi perspectiva, digo “estoy haciendo un disco con mucho groove”. Por lo menos desde mi imaginación [risas]. ¿Qué es lo que te haría más feliz como siguiente paso de tu viaje creativo? Son dos cosas: una es egoísta y vanidosa, la otra más noble. La noble es que ahorita que lo estamos ensayando, se siente extremadamente hermoso. Es música nueva, por lo que mi mente está muy involucrada. Pero mientras menos se mete la mente, tocar estas melodías se siente cada vez mejor. El detalle vanidoso sería poder salir de gira con toda la gente que participó en la grabación. Si hay un problema en la industria, es que ir de gira con una banda es complicado. Lo ideal para mí sería poder salir con estas personas, en la comodidad de la vida. Ese sería mi momento feliz.

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