El rico lenguaje armónico y la fluidez tonal de César Franck aportaron un estilo distintivo a la música francesa de finales del siglo XIX. Nacido en Lieja, actual Bélgica, en 1822, Franck introdujo un elemento de determinación alemana en el paisaje musical francés embelesado por el encanto de la ópera cómica y el ambiente de salón. Irónicamente, sus obras maestras son posteriores a la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana, cuando la recién creada Société Nationale de Musique reunía a talentos musicales bajo el lema Ars Gallica (arte francés). En obras como la Sinfonía en re menor (1888), el Quinteto para piano (1879) y la Sonata en la mayor para violín y piano (1887), un regalo de bodas para el violinista belga Ysaÿe, revitalizó las tradiciones sinfónicas y camerísticas francesas con el rigor de su querida forma cíclica, una técnica que unifica los movimientos a través de temas, melodías o material compartido. Justo antes de su muerte en 1890, Franck completó los Tres corales, un punto álgido en la literatura organística del siglo XIX.