“I’m the hunter/I’ll bring back the goods”, entona Björk en el espeluznante tema inicial de Homogenic. De hecho, el tercer álbum de la superestrella islandesa oscila entre el techno y el canto orquestal. La premura de la letra es real: la cantante había sido afectada por varios incidentes personales, incluido el publicitado suicidio de un acosador que había intentado asesinarla con una carta bomba. Esa tensión se manifiesta en temas como la imponente melodía cargada de cuerdas “Bachelorette” (“I’m a fountain of blood/In the shape of a girl”) y la balada “Jóga”, con palabras sobre el rescate emocional y los estados de emergencia. El álbum pronto encontró público por todas partes: Thom Yorke consideró que “Unravel” era una de las canciones más hermosas que jamás había escuchado (Radiohead hizo un cover en 2007) y el legendario diseñador de moda Alexander McQueen dirigió el video de “Alarm Call” con tanto entusiasmo que escribió 100 páginas de ideas a detalle. Dicho video, así como todo el disco, son ahora considerados clásicos modernos: una fusión inolvidable de arte electrónico y orgánico, cantado de forma misteriosa.