“Tenía claro que no quería que fuese un álbum de divorcios y rupturas, sino de relaciones”, dice Kelly Clarkson a Zane Lowe de Apple Music sobre chemistry, el décimo larga duración de la cantante y presentadora y el primero no navideño desde el final de su matrimonio en 2020. El resultado es una mirada panorámica al amor y sus efectos secundarios con la intensidad de su voz como guía. El álbum empieza con “skip this part”, una balada de altos vuelos en la que Clarkson suena tan rotunda como cuando ganó American Idol hace más de dos décadas, con la diferencia de que ahora refleja el peso de la experiencia y las lecciones aprendidas. La clave de chemistry está en cómo evita las simplificaciones a las que a menudo queda reducida la complejidad emocional del amor. “Es un tema serio”, explica. “Me gusta la idea de combinar melodías de pop luminoso y alegre con letras oscuras”. Las emociones están todas aquí, amplificadas por una voz que ha acompañado las luces y las sombras de dos generaciones de fans, y Clarkson encuentra luz en los momentos más inesperados. “El amor te empuja a hacer las cosas más increíbles y las más estúpidas”, dice. “Tienes que buscar el humor hasta en las canciones más tristes y profundas. Necesito que asome por alguna parte”. Por ejemplo, en el flechazo embriagador de la efervescente “favorite kind of high”, que lleva su voz al límite, aparece en el sarcasmo que sigue a una ruptura en la colaboración con Steve Martin “i hate love”, o la vulnerabilidad herida de “lighthouse”, en la que el faro del título se convierte en la señal de que una relación ha perdido el rumbo. El autorretrato de chemistry no difumina las cicatrices, sino que se adentra sin miedo por los caminos más espinosos del amor y encuentra momentos de belleza en el laberinto. “Espero que la gente conecte al escucharlo, que les ayude a salir de la soledad y el aislamiento”, dice. “Lo peor de estas situaciones es que nadie va a sentir justo lo que estás viviendo. Por eso te sientes aislada”.