Antecesor del piano, el clavecín es un instrumento de teclas conocido, sobre todo, por su nítido y distintivo timbre parecido al de una guitarra. A menudo bellamente decorados, estos se hicieron para escucharse y ser admirados. En sus inicios, las variaciones dinámicas eran mecánicamente imposibles, por lo que sus intérpretes no tenían mucho control sobre el volumen. Sin embargo, con el paso del tiempo se aplicaron muchas mejoras que permitieron superar esas limitaciones. Debido al predominio del piano, el clavecín permaneció en silencio durante el siglo XIX, pero tuvo un modesto renacimiento en el XX cuando compositores como Manuel de Falla, Bohuslav Martinů y, más tarde, György Ligeti lo retomaron en sus obras. Con el resurgimiento del interés por la música del barroco, este instrumento ha ganado un lugar nuevamente en las salas de concierto y en los teatros de ópera de todo el mundo.