THE TORTURED POETS DEPARTMENT

THE TORTURED POETS DEPARTMENT

En los 18 meses desde que Taylor Swift lanzó Midnights, parecía que tenía el universo en la palma de su mano. La gira The Eras Tour batió récords y recaudó más de mil millones de dólares, además de generar un documental del concierto que se convirtió en el más popular de la historia. Swift generó interés y oportunidades comerciales en todos los lugares en los que se presentó, desde el itinerario de su gira hasta los túneles en los estadios de la NFL. En 2023 no sólo fue nombrada Persona del Año de la revista TIME, sino que también cosechó otro título que, francamente, tiene una magnitud cultural de igual valor: Artista del Año de Apple Music. ¿Es posible identificarse con ese nivel de éxito? Cuando los medios de comunicación anunciaron la ruptura de la cantante con Joe Alwyn luego de seis años, un clip volvió a circular en las redes sociales en el que se veía a Swift cantando “champagne problems”, una canción que había escrito junto a Alwyn, con lágrimas en los ojos. Un recordatorio de que más allá de la energía de superheroína que irradia, Swift, en la cima de la fama, podría estar sufriendo como cualquier mortal. Lo que la separa del resto del mundo es su notoria habilidad para sublimar el dolor y transformarlo en música pop. Cuando anunció su undécimo álbum de estudio mientras agregaba otro GRAMMY a su colección a comienzos de 2024, no deberíamos habernos sorprendido. “Tenía que hacerlo”, diría sobre THE TORTURED POETS DEPARTMENT unas semanas después delante de una multitud de 96,000 personas en la ciudad de Melbourne, Australia. “Nunca hubo un álbum en el que necesité tanto componer canciones como en TORTURED POETS”. Al trabajar una vez más con sus colaboradores de confianza, Jack Antonoff y Aaron Dessner, regresa al sonido suave y reconfortante de Midnights. Pero esta vez sentimos que está en juego algo mucho más importante. El disco no representa una ruptura sentimental, sino más bien resume una exploración oceánica de todo lo que ha sentido, una zambullida en el universo de sus propios escombros emocionales. En “But Daddy I Love Him”, sobre una capa de cuerdas y guitarra que se aproxima a sus raíces en el country, se enfurece contra el escudriño y las expectativas con las que tuvo que lidiar desde el comienzo de su carrera. La catarsis llega luego del coro: “Te digo una cosa/Prefiero destruir toda mi vida/En vez de escuchar un segundo más de sus quejas y gemidos” (“I’ll tell you something right now/I’d rather burn my whole life down/Than listen to one more second of all this bitching and moaning”). En “Florida!!!”, se une a Florence + the Machine para una fantasía escapista con rumbo a Florida, al mejor estilo de Thelma y Louise, con la esperanza de reinventarse mediante vidas e identidades nuevas. “El amor me dejó así” (“Love left me like this”), cantan. “Y ya no quiero existir” (“And I don’t want to exist”). A veces hilarante, pero también desgarrador, TTPD es un disco de contrastes. Swift maximiza sus propias emociones con palabras e imágenes hiperbólicas, expresadas con letras mayúsculas; un reflejo de todo lo que nos hace sentir la borrachera del amor, así como su repentina desaparición. Hay humor negro en su colaboración con Post Malone en “Fortnight”, el tema de apertura: “Tu esposa riega las flores/La quiero matar” (“Your wife waters flowers/I wanna kill her”). Y también una autocrítica llena de ironía en “Down Bad”, una narrativa de ciencia ficción en la que Swift compara el calor de una relación con ser secuestrada por extraterrestres cariñosos, sólo para ser abandonada “sola y desnuda, en un campo de mi antiguo pueblo” (“naked and alone, in a field in my same old town”). Es el disco más brutalmente honesto de toda su carrera. Escucharlo es como encontrar emails que escribió, pero que nunca envió, o escuchar conversaciones que deberían haber permanecido en su intimidad. El contexto denso y la ferocidad de estas canciones hacen que la letra de “All Too Well” en 2012 parezca liviana. Si te gusta el peso de los detalles, este es el álbum perfecto para ti. “Juraste que me amabas pero, ¿dónde estaban las pistas?” (“You swore that you loved me, but where were the clues?”), pregunta en la devastadora “So Long, London”. “Morí en el altar, esperando que lo demostraras” (“I died on the altar waiting for the proof”). Sola con un piano en “loml”, cuando alguien le dice que ella fue el amor de su vida, revierte los papeles diciéndole que fue lo peor de la suya: “Lo seguiré creyendo hasta el día en que me muera” (“I’ll still see it until I die”). Obviamente, la historia no termina ahí. Aparece un nuevo comienzo en “The Alchemy”: “Esto pasa sólo una vez en la vida/Esos químicos me pegaron como vino blanco” (“This happens once every few lifetimes/These chemicals hit me like white wine”) y un clima con aroma de triunfo en los sintes de “I Can Do It With a Broken Heart”, en la que Swift, tirada en el piso “mientras el público pide más” (“as the crowd was chanting, More!”) encuentra la fortaleza de levantarse otra vez. “Porque soy fuerte y puedo resolver mi problemas” (“‘Cause I’m a real tough kid and I can handle my shit”). Pero también aparece un sentimiento de aceptación, una perspectiva recuperada. En “Clara Bow”, basada en una estrella de los años 1920 que supo sobrevivir la transición entre el cine mudo y las películas sonoras, Swift medita sobre la travesía de una chica pueblerina que se sale con la suya, interpretada desde el punto de vista de una industria obsesionada con el futuro. Se aleja paulatinamente de la acción, cada vez más hasta que, durante los últimos instantes del álbum, canta sobre ella misma en tercera persona y hablando en el pasado; un reconocimiento de que nada es eterno. “Bajo esta luz te pareces a Taylor Swift, qué maravilla” (“You look like Taylor Swift in this light, we’re loving it”), canta. “Tienes algo que ella nunca tuvo/El futuro es brillante, deslumbra” (“You’ve got edge she never did/The future’s bright, dazzling”).

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