Nina Simone tenía una voz peculiar, andrógina, bellísima, que aunque resulta muy difícil de imitar (a Antony Hegarty le sale), ha dado libertad a muchos vocalistas para cantar sin ataduras. A la vez, el jazz de Simone, suave y triste, ha sido una referencia para artistas de toda índole, desde baladistas tormentosos como Nick Cave o Jeff Buckley a divas del nuevo soul como Jill Scott o Erykah Badu.