Kate Bush no solo fue una gran compositora de canciones extrañas, de estructuras imposibles y una voz aguda difícil de imitar, sino que además sabía darle vida propia a esas canciones: en ellas hay teatro, una sensación de vida al límite. La mezcla de complejidad y dramatismo es la que años después han seguido sus herederos, de Björk a Sinéad O'Connor, sin olvidarnos de Lady Gaga o PJ Harvey.