De las guitarras de aristas afiladas a las reinvenciones del fado, la escena alternativa portuguesa estrenó el milenio con desbordante vitalidad. Tras la estela de The Strokes, una nueva hornada de bandas inspirada por el garaje de los 60 y el fuego del blues rock devolvió la energía al rock. Oquestrada llevaron las afueras de Lisboa al centro de la ciudad con urgencia y brillo melódico, mientras que los ecos caboverdianos de Mayra Andrade se abrían paso en la antigua metrópolis y Buraka Som Sistema mezclaban electrónica y kuduro.