Pocas escenas musicales internacionales contaban a finales de los 60 con tanta vitalidad como la brasileña. Repartidos por las cuatro esquinas del país surgían gigantes sonoros de la talla de Caetano Veloso, Gilberto Gil o Milton Nascimento, revitalizadores de la música popular y vanguardistas de talla mundial. Entre ellos destacaba Chico Buarque, más apegado a la bossa nova y la samba. Su narrativa revolucionaria en contra de la dictadura le colocó en una posición privilegiada de la historia cultural del país. Su exquisita reinterpretación del espíritu sonoro brasileño hizo el resto.