La barrera idiomática y el conservadurismo de una sociedad aún dominada por el franquismo dejó de ser un lastre para los amantes del pop a mediados de los 60, cuando una amplia y variada generación de bandas saltó a la palestra. Los Sirex, Los Mustang o Formula V consiguieron trasladar la influencia de los grupos anglosajones más populares de los años 50 y 60 a una escena propia en la que el uso del español como lengua vehicular emergía como la gran novedad. Ellos abrieron el camino, compartieron protagonismo con otros fenómenos pop de la época, como Marisol, Jeanette o el movimiento yeyé, sentaron las bases de la industria y dejaron claro que era posible hacer buen pop cantado en español, como se encargaron de amplificar las generaciones posteriores. En los 80, la Movida Madrileña alimenta un espíritu más activo y despreocupado y contagia al resto de grandes focos artísticos del país. Este ímpetu se manifiesta en la proliferación de propuestas tan diversas y creíbles como las de Radio Futura, Mecano, El Último de la Fila o Los Secretos. Además de meter de lleno al pop español en los primeros puestos de las listas de ventas, consiguen imprimirle un sello musical propio a la escena, entonces demasiado vinculada a las influencias británicas y norteamericanas. Con la salud del pop español en inmejorable estado, a mediados de los 90 empieza a consolidarse su estrato más comercial: suenan con fuerza La Oreja de Van Gogh, Alejandro Sanz, Amaral o El Canto del Loco. La tendencia continúa imparable en los años posteriores con los efectos del fenómeno Operación Triunfo. Y también es el momento de la eclosión del pop independiente cantado en español, que gana músculo gracias a bandas como Los Planetas, Family, Juniper Moon, Love of Lesbian o Sidonie.