Lana Del Rey es una artista con tantas capas que resulta complicado descifrarla. A primera vista es un personaje glamuroso que encarna una California de ensueño, con sus palmeras y sus atardeceres, pero también trágico a su manera, con una melancolía elegantísima y profundamente seductora. Por otro lado, la escena alternativa la ha coronado como una auténtica princesa indie y, más allá del personaje, sus canciones pop noir de melodías clásicas y producción minuciosa revelan una compositora más que solvente desde el primer minuto. Todo el potencial de la californiana ya estaba contenido en Born to Die, su debut de 2012, pero tanto su música como sus letras han ido evolucionando y volviéndose más personales con el tiempo, álbum tras álbum. Ultraviolence (2014) fue un trabajo decisivo en ese sentido, y clave para que su popularidad alcanzara cotas inesperadas en todo el mundo. Propuestas como el nominado al Grammy Norman Fucking Rockwell! (2019) o Did you know that there's a tunnel under Ocean Blvd (2023) nos muestran a una artista madura y compleja, totalmente icónica en su aire romántico pero repleta de matices, una evolución que también se aprecia en su sonido, con una mayor orquestación y unas letras más directas. Sea como sea, no cabe duda de que grandes canciones como “Video Games”, “West Coast” o “Blue Jeans”, tan fascinantes y misteriosas como su propia autora, pasarán a la historia como clásicos.