Combinando un feroz compromiso emocional con un acabado técnico impecable, Krystian Zimerman aporta una sólida excelencia a todas sus interpretaciones. Nacido en Zabrze, Polonia, en 1956, ganó todos los premios del Concurso Internacional de Piano Chopin de 1975, en el que fue el más joven de los más participantes. Pronto llegarían colaboraciones con directores como Giulini (Chopin), Bernstein (Brahms, Beethoven) y, mucho después, el fabuloso ciclo pandémico de conciertos de Beethoven que grabó con Rattle en 2020. En su afán por evitar el ajetreo de las giras, Zimerman siempre se ha prodigado poco en el escenario y no mucho más en el estudio de grabación. Aunque su repertorio apenas conoce límites, ha grabado una pequeña parte de su repertorio, con joyas como sus vibrantes lecturas de los conciertos de Liszt con la Orquesta Sinfónica de Boston y Seiji Ozawa (1987) y un magistral recital de Liszt como solista en 1991. Después de los Préludes de Debussy de 1994, no volvió a grabar sin orquesta hasta las dos últimas sonatas para piano de Schubert de 2017. Entre tanto, nos dejó unos emocionantes conciertos de Rajmáninov con Ozawa (1997-2000) y un meticuloso Chopin (1999) en el que el propio Zimerman dirige desde el piano. Hay ocasiones en los que su atención obsesiva por el detalle desdibuja la línea central, pero en sus mejores momentos su intensidad alimenta una claridad expresiva que pocos intérpretes poseen.