En apenas dos décadas, Schubert transformó el humilde lied, género clásico alemán, en un microcosmos emocional, y llevó la sinfonía clásica, el cuarteto de cuerda y la sonata para piano a nuevas cimas de brillo melódico e imaginación formal. Sus primeras composiciones revelan la influencia de Mozart, especialmente la Sinfonía n.º 5 en si bemol mayor de 1816. Para entonces, había seguido obedientemente a su padre en la enseñanza, un tormento que le animó a empezar a escribir los primeros de sus 600 lieder. La canción permaneció en el corazón de su obra en los abrasadores ciclos La bella molinera y Viaje de invierno, pero también en piezas instrumentales como la Fantasía del caminante para piano. Sus obras finales, especialmente el Quinteto de cuerda en do mayor de 1828, tienen un alcance emocional que parece desmentir los 31 años que tenía al escribirlas. Por increíble que parezca, Schubert nunca vio publicada buena parte de su música y un diccionario de música vienesa de la década de 1830 ni siquiera lo menciona. El público no descubrió la grandeza de su obra hasta que, décadas después, Schumann, Liszt, Mendelssohn y, particularmente, Brahms contribuyeron a publicarla y difundirla.