Sin duda, la seductora música de Henry Mancini logró que las películas a las que servía de banda sonora subieran automáticamente de nivel, pero además consiguió algo más grande: encapsular el espíritu de una época. Las piezas que compuso para este clásico de la comedia resumen perfectamente el misterio y la elegancia de los años sesenta, y su tema principal forma parte ya del imaginario colectivo.
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