Tercer álbum de la banda y primero con el vocalista Bruce Dickinson. Su llegada lo cambió todo, desde la dinámica del grupo, hasta la evolución del heavy metal. Steve Harris y Adrian Smith se sintieron propulsados por la técnica de Dickinson, resultando en joyas como “Children of the Damned” o la maravilla que da título al trabajo. Aunque su lanzamiento fue de gran controversia, especialmente en los EE.UU. al ser acusados de satánicos por algunos grupos religiosos, su alcance melódico fue algo nunca visto antes en el hard rock, convirtiéndolo en una de las vigas maestras de este género.