Incluso en el contexto de una de las eras más creativas del rock, Dark Side of the Moon marcó un giro radical al ignorar la extroversión festiva de bandas como The Rolling Stones en favor de algo más parecido a un viaje interior. Por más revolucionario que sonase, el álbum era parte de una evolución con la que Pink Floyd había conseguido integrar su era más experimental con una nueva claridad para explorar grandes cuestiones, como la avaricia en “Money”, la locura en “Brain Damage” o la guerra y la fractura social en “Us and Them”, con una concisión que las mantenía al ras de suelo por mucho que la música volase hacia el cielo. Para ser uno de los álbumes más importantes de la historia del género, apenas hay rock en sus surcos. Incluso cuando la banda sacaba a relucir todo su arsenal, por ejemplo, en la extática (e improbable fenómeno de TikTok) “The Great Gig In The Sky”, el énfasis estaba en las texturas y las atmósferas. Dark Side of the Moon estableció un precedente para futuros viajeros psicodélicos, de los Radiohead de OK Computer a Tame Impala, pero también anunció la fusión del rock y la electrónica con un híbrido que suena hoy tan vibrante como hace cinco décadas.