The Car

The Car

Después de grabar The Car, Arctic Monkeys pasaron por lo que Alex Turner llama “un largo proceso de edición”. Y sí, el audaz séptimo LP de los británicos resulta muy bien “compuesto”. Se trata de una colección de pop refinado que suena a mediados del siglo XX y se sitúa a años luz de la turbulencia adolescente de Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not, su monumental debut de 2006. Si por entonces escribían canciones con la idea de descorcharlas sobre el escenario, hoy se asemejan más a artesanos dedicados a pulir suntuosos detalles que solo se revelan después de varias escuchas. “Son diez canciones, pero, más que nunca, forman un todo”, explica Turner a Apple Music. “Es su propio mundo”. La idea era centrar su atención en la dinámica, la economía y el espacio. “Todo se acerca y se aleja del foco en diferentes instantes”, dice Turner en referencia a las líneas de guitarra felinas, las suaves melodías vocales y los devastadores giros líricos de las canciones. Lo que antes eran detonaciones expansivas, ráfagas de guitarras, batería y sílabas, hoy son explosiones controladas. “En este trabajo no hay demasiados momentos en los que todo ocurra a la vez”. El álbum arranca con “There’d Better Be A Mirrorball”, de la que la voz de Turner emerge de un enigmático fondo de cuerdas y teclados de aire cinematográfico (cortesía de su colaborador habitual James Ford y de la compositora Bridget Samuels) para contar la historia de un largo adiós. Buena parte del dolor, del romance y la tensión dramática, está en lo que no se dice. “Ese primer minuto de introducción sonaba como los cimientos de todo lo demás”, recuerda. “Se trataba de encontrar qué podía encajar y qué podíamos construir sobre esa sensación. El momento en el que encontré la manera de conectarlo con lo que es una canción pop fue muy emocionante, porque entonces supe la dirección que debíamos tomar”. Durante años, Turner se ha embarcado en numerosos proyectos paralelos, de las orquestaciones épicas a lo Morricone de The Last Shadow Puppets al folk mínimo de Submarine, el EP que grabó en 2011 para la película del mismo título. Una escucha atenta de The Car (o el anterior Tranquility Base Hotel & Casino) revela que la frontera entre la banda y sus intereses externos empieza a difuminarse en los arreglos de cuerda que recorren el álbum (especialmente “The Car”), los delicados arpegios de guitarra de “Mr Schwartz” y el uso del espacio negativo a la manera de Trent Reznor en “Sculptures Of Anything Goes”. “Creo que fui ingenuo”, confiesa. “La primera vez que hice algo fuera de la banda fue el primer álbum de los Puppets, y en aquel momento pensé que estaba en un espacio completamente separado y no iba a tener nada que ver con los Monkeys y lo que quería hacer con ellos. Ahora me doy cuenta de que no sé si eso es siquiera posible, al menos para mí. Es como si todo lo que haces tuviera efecto sobre lo siguiente”.

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