

El cuarto álbum de Leiva tras la disolución de Pereza es un ejercicio de simplificación tan emocionante como efectivo. Los arreglos de viento y la suntuosa producción de sus predecesores dejan aquí paso a canciones que, con un par de excepciones, regresan al rock de guitarras, bajo y batería. Hay ecos beatlescos en “Maniobras Suicidas”, guiños a su maestro Sabina en la muy personal “Costa de Oaxaca” y explosiones de furia desbocada en la devastadora “Lobos”. “Godzilla”, quizás la más memorable de todas, integra las voces de Ximena Sariñana y Bunbury en versos de alto voltaje lírico y una melodía de las que no se olvidan.