Chemtrails Over the Country Club

Chemtrails Over the Country Club

Hay una canción en Chemtrails Over the Country Club (el sexto álbum de Lana Del Rey y el primero después de Norman F*****g Rockwell!, de 2019) que deberíamos haber escuchado antes. “Yosemite” estaba destinada a aparecer en Lust for Life, su disco de 2017, sin embargo, en una entrevista con Zane Lowe de ese mismo año, Del Rey desveló que era “demasiado alegre” para pasar el corte. Su aparición ahora refleja nítidamente el momento en el que se encuentra la cantante. Quizás no haya alcanzado la plena serenidad todavía, pero en esas 11 canciones, a las que ha dado forma una vez más con el productor Jack Antonoff, apunta a algo muy parecido a la paz de espíritu con un sonido más suave, íntimo y austero. “Wild at Heart”, “Not All Who Wander Are Lost” y “Yosemite”, por ejemplo, relucen con un nuevo sentido de aceptación. “Yosemite” también sugiere algo más: una artista que mira hacia atrás antes de dar su próximo paso. Chemtrails está salpicado de referencias a sus predecesores, desde la outro que cierra el tema que le da título con ecos de “Venice Bitch” a “Not All Who Wander Are Lost”, emparentado de algún modo con el single de 2012 “Ride”. Más allá, hay canciones que podrían haber aparecido en discos anteriores (“Tulsa Jesus Freak” no sonaría fuera de lugar en la oscuridad de Ultraviolence, grabado en 2014) y letras que ya hemos escuchado. “Dance Till We Die”, por ejemplo, remite a “Off to the Races”, del debut Born to Die, mientras que en “Yosemite” hay guiños a la “vela en el viento” de “Mariners Apartment Complex” (NFR!). Lana Del Rey siempre ha preferido perfeccionar y refinar su sonido a reinventarlo, y con cada álbum se acerca un poco más a su destino. En Chemtrails, sin embargo, el pasado forma parte esencial del proceso por primera vez. De manera algo inesperada, sus canciones viajan por el country y el folk, con el Medio Oeste como inspiración en lugar de su adorada California. “Tulsa Jesus Freak”, sin ir más lejos, tiene Arkansas como objeto de su nostalgia. En Chemtrails Over the Country Club no hay referencias a la pandemia que asuela el mundo en el que ha visto la luz. A pesar de todo, parece lógico que en un año de aislamiento una de las mejores compositoras de su generación mire hacia adentro. Aquí, el objetivo panorámico con el que Del Rey observa su país deja paso a algo mucho más personal. “White Dress” abre el álbum con el recuerdo de “una época más sencilla”: “Only 19… Listening to White Stripes/When they were white hot/Listening to rock all day long” (Solo 19 años… Escuchando a los White Stripes/Cuando eran lo más/Escuchando rock todo el día). Se refiere, claro, a la época anterior a la fama. La nostalgia se asoma a la voz de Del Rey, que parece a punto de romperse. Pero no hay lugar para el arrepentimiento. “I would still go back/If I could do it all again… Because it made me feel/Made me feel like a god” (Aún volvería/Si pudiera hacerlo todo otra vez… Porque me hacía sentir/Me hacía sentir como una deidad). La fama y sus trampas, cosas que Del Rey conoce de primera mano, son una fuente constante de conflicto en Chemtrails. Pero, como ocurre en “White Dress”, la desilusión se convierte a menudo en desafío. Quizás en ninguna canción tanto como en “Dark But Just a Game”, una brillante reflexión sobre lo peligrosa que puede resultar la fama si no la vigilas. Aunque a veces se ha acusado a Del Rey de idealizar las muertes en plena juventud de los artistas que la inspiraron, aquí se libera definitivamente de esa mitología de la melancolía. “We keep changing all the time/The best ones lost their minds/So I’m not gonna change/I’ll stay the same” (Cambiamos continuamente/Los mejores han perdido la cabeza/Así que no voy a cambiar/Me voy a quedar igual), canta en los acordes mayores de un estribillo en el que parece vislumbrar tiempos mejores en el horizonte. Este nuevo optimismo no despeja la tormentosa relación con la fama de Del Rey, que sin embargo ahora parece plenamente consciente de lo que ha conseguido a cambio. Para empezar, las mujeres a las que ha conocido por el camino, a las que rinde homenaje en las tres últimas canciones del disco. Para escribir “Breaking Up Slowly”, una reflexión sobre la tempestuosa pareja que formaban Tammy Wynette y George Jones, contó con la colaboración de la cantautora country Nikki Lane (que fue de gira con ella en 2019). En el último tema, una versión de “For Free” de Joni Mitchell, se escuchan las voces de Weyes Blood y Zella Day. Por su parte, “Dance Till We Die” es una celebración de las mujeres que la precedieron en la música y le sirvieron de faro. “I’m covering Joni and I’m dancing with Joan” (Hago versiones de Joni y bailo con Joan), canta. “Stevie’s calling on the telephone/Court almost burned down my home/But god, it feels good not to be alone” (Stevie está llamándome por teléfono/Court casi quema mi casa/Pero, Dios, qué bien no estar sola). En la misma canción, regresa a sus demonios cuando canta “Troubled by my circumstance/Burdened by the weight of fame” (Afligida por mi circunstancia/Con el peso de la fama a la espalda), pero también redescubre un viejo remedio. Como en “When the World Was at War We Kept Dancing” de Lust for Life y “Happiness is a butterfly” de NFR!, las preocupaciones se diluyen en el baile. “I'll keep walking on the sunny side/And we won't stop dancin' till we die” (Voy a seguir caminando por el lado soleado/Y no dejaremos de bailar hasta que muramos).

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