Dos músicos franceses en el mejor momento de su carrera se reúnen en estas sonatas para violonchelo de Brahms, dos obras escritas con veinte años de diferencia que hablan lenguajes muy distintos entre sí. El estilo concentrado y preciso de Queyras convierte las sonatas en una experiencia más íntima de lo habitual, una música de cámara extraordinariamente profunda. Tharaud, un pianista tan versátil como imaginativo, es su socio ideal. Juntos, capturan todo el ímpetu de la Primera sonata y reflejan el aire otoñal de la Segunda. Como propina, brindan media docena de Danzas húngaras que cierran el álbum con irreprimible vitalidad.