Es imposible prepararse para lo que le tocó vivir a Foo Fighters cuando Taylor Hawkins, su mítico batería, murió en marzo de 2022. Sin embargo, cuesta pensar en una banda mejor preparada para sobrevivir a la tragedia. Sus primeras canciones capturaron un espíritu de perseverancia heroica sin perder la humildad que siempre hizo que los sintiéramos tan cercanos. Era uno de esos grupos que podías imaginar llegando al estudio con termos y fiambreras en la mochila, una especie de AC/DC de la era posgrunge que recogió el testigo de los grandes mitos del rock, no con una visión del arte como encopetada expresión personal, sino como invitación universal a pasarlo bien. La mera existencia de But Here We Are, que llega discretamente 15 meses después de la muerte de Hawkins, parte de la más elemental de las leyes: Foo Fighters es una banda de rock y las bandas de rock graban álbumes. Sin embargo, aunque la constancia sea una de las claves de la identidad de Dave Grohl, aquí está acompañada por una intensidad que hubiera preferido encontrar de otra manera. El dolor se manifiesta de todas las formas posibles, de la conmoción de “Rescued” y la melancolía de “Show Me How” (que Grohl canta con su hija Violet) a los furiosos 10 minutos de “The Teacher” y la frágil aceptación del “Rest”, un final que suena casi a slowcore. Entre medias, “Under You” atraviesa todas las etapas con ánimo irreprimible. Tras 20 años puliendo el rock de estadio hasta hacerlo brillar como un motor cromado, aquí adoptan un sonido de cortante aspereza. Por ejemplo, en las disonancias de “The Teacher”, la voz gastada del tema que da nombre al álbum o el estribillo agridulce de “Nothing At All”, más cercano a Hüsker Dü o Fugazi que a “Learn to Fly”. Es tentador atribuir a la tragedia este regreso a las raíces, pero la realidad es que Foo Fighters suena hoy como una banda con décadas a sus espaldas abriendo nuevos caminos.