Purple Rain

Purple Rain

No se puede contar la historia de un artista atormentado cuya compleja personalidad oculta un formidable genio musical sin tener talento real. En ese sentido, la banda sonora de Purple Rain cobró vida con un alto nivel de dificultad. La imposibilidad de que su éxito estuviera en duda es el legado más gigantesco del proyecto. Con un tracklist que contiene 10 exitosos sencillos, este álbum transformó a Prince Rogers Nelson de un artista lo suficientemente conocido como para protagonizar una película veraniega basada en su vida a uno de los artistas más famosos y originales de la historia. Eso no es una crítica hacia la película, que tiene sus encantos, sino más bien una evidencia del carisma de Prince y su asombrosa fluidez entre géneros. Era inevitable que sus canciones, armadas con fragmentos de pop, soul, dance, rock, R&B y funk, formaran un caleidoscopio que arrasó con todo en su camino al estrellato. La genialidad de Purple Rain se basa en su facilidad para crear mezclas contrastantes: lujuria y devoción, intimidad y alienación. Prince hace que el trauma suene erótico (“When Doves Cry”) y la salvación, delirante (“Let’s Go Crazy”). Sus aventuras sexuales son confusas, espirituales y hasta psicodélicas (“Darling Nikki”, Computer Blue”), mientras que sus viajes místicos se apoyan en la belleza de un solo de guitarra (“Purple Rain”). El álbum batió récords y provocó escándalos. La reacción absurda de Tipper Gore ante la imagen de Darling Nikki masturbándose mientras miraba una revista desencadenó una cacería de brujas en el congreso que debatió la moralidad en el pop. Prince fue comparado con Jimi Hendrix por su manera de crear música que sonaba negra y blanca, sagrada y profana a la vez. La realidad es que no tenía precedentes entonces, así como tampoco tiene comparación en el presente.

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