Terminada en 1899, la partitura caleidoscópica y desenfadada de Claude Debussy para sus Nocturnes marcó en muchos sentidos el inicio del siglo XX musical. Inspirada en tres cuadros de Whistler, Debussy evoca con la orquesta imágenes vívidas de los cielos parisinos, un fresco deslumbrante de un festival y, en palabras del propio compositor, “el mar y sus innumerables ritmos”, todo puntuado por un coro femenino etéreo y sin palabras. La Hallé y Mark Elder están en plena forma y capturan tanto la suntuosa riqueza como la precisión quirúrgica de Debussy. Los Nocturnes son el gran reclamo, pero el álbum esconde unas cuantas sorpresas deliciosas, entre ellas la seductora y diabólica “Première Rapsodie” para clarinete y orquesta, y la cantata inspirada en Rossetti La Damoiselle élue, cargada de una sensualidad irresistible.